Gracias al avance de las neurociencias comprendemos mejor el funcionamiento del ser humano: cómo percibe, siente, decide, se mueve y cómo se organiza en la sociedad para conseguir el objetivo de la supervivencia. También comprendemos mejor el origen del dolor.
Pero, ¿Qué es el dolor?
El dolor es una experiencia psicológica, física y cognitiva que surge como una alarma de defensa, que una vez que se mantiene en el tiempo y no hay otro daño aparente, se convierte en aprendizaje, porque aprende a interpretar señales dolorosas.
Esas señales de alarma son como interruptores que pueden encenderse en varias situaciones:
- Hay un daño y se produce dolor en el tejido.
- Hay un daño, pero no hay dolor.
- No hay daño tisular, pero se produce un dolor.
¿Cómo funciona?
Nuestro sistema neuroinmune recoge información, el cerebro lo interpreta y responde ante el estímulo, mandando una señal que no siempre nos informa de un daño real, sino de lo que nuestro sistema evalúa, unas veces con acierto y otras no.
El cerebro nos cuenta muchas historias que nacen en diferentes áreas que tiene que ver con las emociones, la cognición, el contexto, con el conocimiento, la experimentación, con lo que nos dicen y con el entorno.
Son relatos que en ocasiones no tienen que ver con la realidad sino con la imaginación; esa imaginación del cerebro de sentir miedo, sentirse amenazado, de necesitar crear una defensa para sobrevivir.
No es el individuo el responsable, es su cerebro. El dolor que uno experimenta sí que es real, pero a veces las señales de alarma pueden funcionar mal, esto ocurre cuando se encienden y no existe ningún peligro.
¿Para qué sirve el dolor entonces?
Hay una frase que dice “El dolor se activa cuando el cerebro se siente amenazado”.
Esto significa que toda percepción de dolor en un lugar, momento y circunstancia expresa una decisión, el organismo precisa una determinada conducta para minimizar la probabilidad de daño y esta puede ser: una valoración anticipada, una respuesta para minimizar el daño ya producido (minimiza la probabilidad de daño o su extensión) o limitarse a valorar una posibilidad teórica, incierta, de daño futuro.